La presidenta ha vuelto al discurso más social del PT para asegurar a su electorado
BRASILIA, 4 Oct. (EUROPA PRESS) -
Dilma Rousseff pelea por otros cuatro años en la Presidencia de Brasil en un ambiente político desconocido para ella por la irrupción de la líder ecologista Marina Silva y por los numerosos escándalos de corrupción que han salpicado su gestión pública, acrecentando aún más la desconfianza hacia ella por su mutación desde la izquierda revolucionaria al 'establishment'.
Rousseff era la clara favorita para conseguir la reelección, casi sin rivales debido a la tímida presencia del candidato del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), Aecio Neves, en los sondeos sobre intención de voto. Pero su cómoda ventaja se vio trastocada el 13 de agosto con la muerte del líder socialista, Eduardo Campos, y la entrada de Silva como su sustituta.
Ahora, la líder del Partido de los Trabajadores (PT) ve amenazada su continuidad en el Palacio de Planalto, a donde llegó en 2010 tras arrasar en unas elecciones presidenciales a las que concurrió como delfín político de Luiz Inácio Lula da Silva.
Rousseff cobró relevancia pública al calor de los Gobiernos de Lula, primero como ministra de Minas y Energía y después como jefa de la Casa Civil, un cargo que le valió el mote de 'super ministra' y que le sirvió para experimentar la responsabilidad de la Presidencia en pequeñas dosis.
Desde el Ejecutivo, se encargó de implementar las reformas económicas que ya había probado en el estado de Río Grande del Sur y que sustentarían el crecimiento macroeconómico de Brasil mediante la explotación de los recursos naturales del país, lo que chocaría frontalmente con la firme defensa de la Amazonía por parte de Silva, entonces ministra de Medio Ambiente.
En estos años, Rousseff ha fomentado el desarrollo de las infraestructuras energéticas a través de las llamadas licitaciones, que han permitido una sinergia público-privada que, paradójicamente, fue una de las principales críticas de Lula a los gobiernos anteriores al suyo.
Con ello, la jefa de Estado ha adquirido la fama de buena gestora económica, un discurso que ahora, no obstante, se tambalea con la entrada en recesión de Brasil, lo que ha llevado a Rousseff a recurrir al mensaje del miedo a lo desconocido para dibujar al PT como único partido político capaz de reconducir la situación.
PETROBRAS Y OTROS ESCÁNDALOS
El gran desempeño económico de Rousseff se ha visto ensombrecido en los últimos tiempos por la serie de escándalos de corrupción que han salido a la luz de forma paralela al proceso de transformación del gigante suramericano y que han salpicado a cada una de sus actuaciones clave.
La presidenta se ha visto perjudicada directamente por la supuesta red de sobornos que se creó para conseguir jugosos contratos con Petrobras, en la época en la que Rousseff ejercía la más alta dirección política de la empresa estatal de hidrocarburos desde el Ministerio de Minas y Energía. "No tenía la menor idea de que eso pasaba en Petrobras", ha dicho recientemente, prometiendo impulsar una investigación interna.
A ello se suma el caso 'Mensalao', conocido ya como 'el juicio del siglo', porque ha sentado en el banquillo a casi 40 políticos y empresarios por la trama de compraventa de votos en el Congreso para garantizar a los gobiernos del PT el apoyo parlamentario necesario para sacar adelante sus iniciativas.
La popularidad de Rousseff también se ha visto perjudicada por los casos de corrupción que han rodeado a la obras públicas para la construcción de instalaciones para el Mundial de Fútbol de este año y los Juegos Olímpicos de 2016, que han estado plagados de irregularidades y que en 2012 provocaron una ola de protesta social sin precedentes.
VUELTA A LOS ORÍGENES
En este contexto, Rousseff ha optado por recuperar otras medidas, al margen de las económicas, que fueron punta de lanza de la transformación de Brasil, como el paquete de programas sociales, entre ellos Hambre Cero, que han permitido reducir la pobreza y la analfabetización, estrechando así la brecha entre clases.
En esta línea, la mandataria ha acentuado el esfuerzo del PT por favorecer a la población más vulnerable desempolvando con ello el discurso de izquierda revolucionaria -aunque, obviamente, matizado_que la llevó a la política cuando era tan solo una adolescente en el contexto de la dictadura militar.
Rousseff, hija de un próspero empresario de origen búlgaro que huyó de su país por motivos políticos, y de una profesora de Belo Horizonte procedente de una familia de ganaderos, inició su militancia política, según ha reconocido ella misma, a su entrada en el Colegio Estadual Central, que entonces contaba con un movimiento estudiantil muy activo.
En esos años formó parte de la Organización Revolucionaria Marxista Política Operária(POLOP), desde donde dio el salto alComando de Liberación Nacional (COLINA), una guerrilla que combatió al régimen castrense. Aunque, de acuerdo con varias versiones, Roussef nunca participó en acciones armadas, centrándose en la vertiente política, fue detenida, torturada y encarcelada durante dos años.
RESULTADOS VS CARISMA
Rousseff tiene ahora el reto de contrarrestar el tirón popular de Silva con la construcción de una imagen más afable de su persona y su Gobierno, una tarea que había dejado pendiente valiéndose hasta este momento del carisma de Lula, cuyos orígenes se sitúan en la lucha sindical.
La presidenta, que siempre ha jugado todas sus cartas a resultados fehacientes, tiene ahora que reinventarse y recuperar las proclamas políticas de sus años de juventud para convencer a un Brasil cada vez más desencantado por el escaso reflejo de los logros económicos en el día a día de sus habitantes.
Se enfrenta así al reto de desandar el camino recorrido desde las trincheras marxistas hasta la cúpula de poder del país, al menos de cara a la opinión pública, manteniendo el necesario equilibrio para no decepcionar a la clase empresarial, que 'a priori' confía en ella para retomar la senda del crecimiento económico en Brasil.